La evolución del perfil clinico de una entidad sigue paralela a la evolución de la aparición de distintos métodos para mejorar el diagnostico. Hay que recordar que el diagnóstico es lo más importante en medicina, pues es la clave para establecer un pronostico, es decir una estimación de lo que va a suceder en el tiempo.
De esta forma, tras cualquier avance técnico, como el microscopio, el TAC o el electroencefalograma, las diversas entidades clinicas de ese momento histórico se subdividen y se reorganizan, y se crean nuevas entidades diagnósticas que permitirán un pronóstico más preciso.
Ante la ausencia de estos avances, siempre le corresponde a la semiología (el estudio de los sintomas) el papel de profundizar y descubrir los elementos nucleares de la entidad médica que mejor pronostican su evolución.
En el caso del TDAH, el avance en las distintas pruebas neuropsicologicas no permiten todavía establecer un diagnostico directo por lo que no se debe despreciar el papel de la semiología en redefinir los sintomas elementales.
Una de las peores torpezas sobre el TDAH es el nombre. No se trata de que un déficit de atención o la hiperactividad sean los aspectos que diferencian en todo momento a las personas con TDAH de la población general y, de hecho, ¡nadie tiene TDAH cuando juega a videojuegos!
Resulta más útil considerar un funcionamiento mental
que se expresa en forma de conductas contradictorias en un mismo individuo con
TDAH en dos momentos diferentes. Esta naturaleza proteiforme del trastorno se
debe a problemas de regulación (no a un déficit) de diversos circuitos
cerebrales y da lugar a un conjunto de tendencias contradictorias o
paradójicas:
un déficit para concentrarse
combinado con una habilidad para hiperfocalizar;
una falta de objetivos combinado
con una visión emprendedora preclara;
la tendencia a procrastinar
combinada con la habilidad para hacer el trabajo de una semana en unas pocas
horas;
la toma de decisiones
precipitadas y sinsentido combinada con resolución de problemas de manera
creativa;
la torpeza e insensibilidad
interpersonal combinada con gran intuición y una empatía extraordinaria.
La lista se puede alargar hasta
el infinito.