Imagina que eres miembro del comité del DSM. Sobre la mesa tienes un grupo de solicitudes que incluyen el síndrome de ingesta nocturna (night-eating syndrome), el Trastorno por Acumulación (hoarding), el racismo, la pedofilia, el sde premenstrual y la adicción al sexo, las compras o a Internet. ¿qué criterios utilizarías para decidir si estas entidades representan trastornos mentales (TM) "reales" frente a "problemas morales o humanos" o "desviaciones sociales"?
En "What is mental disorder" (2008), el filósofo y psicólogo clínico Derek Bolton desgrana si es posible desarrollar una definición única de Trastorno Mental que un Comité pudiera utilizar como referencia. Su conclusión es que NO es posible unos principios naturales que dividan el sufrimiento normal y el patológico.
El propio DSM, en su mejor apartado, la Introducción -cuya lectura resuelve el 80% de las críticas que recibe este libro- dedica una página a la definición de trastorno mental (p XXIX). Transcribo literalmente.
A pesar de que esta obra se titula "Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales", el término "trastorno mental" implica, desafortunadamente una distinción entre "trastorno mental" y trastorno físico", un anacronismo reduccionista del dualismo mente/cuerpo. Los conocimientos actuales indican que hay mucho de "físico" en los trastornos mentales y mucho de "mental" en los trastornos físicos. El problema planteado por el término trastorno "mental" ha resultado ser más patente que su solución, y, lamentablemente, el término persiste en el DSM-IV y DSM-5, ya que no se ha encontrado una palabra adecuada que pueda sustituirlo.
Es más, a pesar de que este manual proporciona una clasificación de los Trastornos Mentales, no existe una definición que especifique de manera adecuada los límites del concepto "trastorno mental". El término "trastorno mental", como muchos otros en medicina, carece de una definición operacional consistente (sic) que englobe todas las posibilidades. Todas las enfermedades médicas se definen a partir de diferentes niveles de abstracción -como patología estructural (e.g. colitis ulcerosa), forma de presentación de los síntomas (e.g. migraña), desviación de la norma fisiológica (e.g. hipertensión) y etiología (e.g. neumonía neumocócica)-. Los trastornos mentales han sido definidos también mediante una gran variedad de conceptos (i.e. malestar, descontrol, limitación, incapacidad, inflexibilidad, irracionalidad, patrón sindrómico, etiología y desviación estadística). Cada uno es un indicador útil para un tipo de trastorno mental, pero ninguno equivale al concepto y cada caso requiere una definición distinta.
A pesar de estas consideraciones, la definición de trastorno mental del DSM-IV y DSM-5 es la misma que la del DSM-III y DSM-III-R, ya que es tan útil como cualquier otra definición y, además, ha permitido tomar decisiones sobre alteraciones ubicadas entre la normalidad y la patología, que deberían ser incluidas en el DSM-IV y DSM-5. En este manual cada trastorno mental es conceptualizado como un síndrome o un patrón comportamental o psicológico de significación clínica, que aparece asociado a un malestar (e.g. dolor), a una discapacidad (i.e. deterioro en una o más áreas de funcionamiento) o a un riesgo significativamente más aumentado de morir o de sufrir dolor, discapacidad o una pérdida de libertad. Además, este síndrome o patrón no debe ser meramente una respuesta culturalmente aceptada a un acontecimiento particular (e.g. la muerte de un ser querido). Cualquiera que sea su causa, debe considerarse como la manifestación individual de una disfunción comportamental, psicológica o biológica. Ni el comportamiento desviado (i.e. político, religioso o sexual) ni los conflictos entre el individuo y la sociedad son trastornos mentales, a no ser que la desviación o el conflicto sean síntomas de una disfunción.
Una concepción errónea muy frecuente es pensar que la clasificación de los trastornos mentales clasifica a las personas; realmente lo que hace es clasificar los trastornos de las personas que los padecen. Por esta razón, el texto del DSM evita el uso de expresiones como "un esquizofrénico" o "un alcohólico" y emplea las frases "un individuo con esquizofrenia" o un individuo con dependencia del alcohol".
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A pesar de estas consideraciones, la definición de trastorno mental del DSM-IV y DSM-5 es la misma que la del DSM-III y DSM-III-R, ya que es tan útil como cualquier otra definición y, además, ha permitido tomar decisiones sobre alteraciones ubicadas entre la normalidad y la patología, que deberían ser incluidas en el DSM-IV y DSM-5. En este manual cada trastorno mental es conceptualizado como un síndrome o un patrón comportamental o psicológico de significación clínica, que aparece asociado a un malestar (e.g. dolor), a una discapacidad (i.e. deterioro en una o más áreas de funcionamiento) o a un riesgo significativamente más aumentado de morir o de sufrir dolor, discapacidad o una pérdida de libertad. Además, este síndrome o patrón no debe ser meramente una respuesta culturalmente aceptada a un acontecimiento particular (e.g. la muerte de un ser querido). Cualquiera que sea su causa, debe considerarse como la manifestación individual de una disfunción comportamental, psicológica o biológica. Ni el comportamiento desviado (i.e. político, religioso o sexual) ni los conflictos entre el individuo y la sociedad son trastornos mentales, a no ser que la desviación o el conflicto sean síntomas de una disfunción.
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