Desde este blog se ha defendido en diversas ocasiones que la discusión acerca de si los trastornos mentales son enfermedades médicas depende en mayor medida de la ausencia de una definición exhaustiva sobre qué es enfermedad médica, y no tanto de la "ausencia de pruebas objetivas" en las alteraciones mentales.
Los que afirman que las alteraciones mentales no son entidades médicas (The Myth of Mental Illness, de T. Szasz) y sus rivales, que defienden que muchos trastornos mentales son enfermedades médicas físicas (The distinction between mental and physical illness, de R.E. Kendell), no difieren tanto en su interpretación del concepto de trastorno mental, como en los criterios que consideran clave en la definición de una enfermedad (física) (Bill Fulford).
Las fronteras del concepto de enfermedad física se ponen a prueba ante distintas formas de sufrimiento (hipersensibilidad química crónica, fibromialgia,), ante distintos umbrales de intervención (cáncer de mama, ..), ante estados naturales (embarazo, parto, menopausia, envejecimiento)
A lo largo de distintas entradas de este blog se ha discutido los distintos aspectos prácticos y socioculturales que influyen en la decisión por consenso por parte de las comunidades científicas a la hora de aceptar o no una condición médica como enfermedad. Se ha tratado de manera extensa la aprobación por votación de la obesidad como una enfermedad en el American Medical Association 2013 Annual Meeting, lo que constituyó una de las noticias médicas del 2013.
También hemos visto lo sencillo que es emplear esos criterios que todo el mundo asume como evidentes en la definición de enfermedad para incluir distintas condiciones mentales como enfermedades mentales. En su artículo Una propuesta para clasificar la felicidad como un trastorno mental (1992), R.P. Bentall describía con ironía no exenta de rigurosidad:
"Se propone clasificar la felicidad como un trastorno mental y su inclusión en futuras ediciones del DSM bajo el nombre de Trastorno afectivo Mayor, tipo placentero. En una revisión de la literatura se muestra que la felicidad es estadísticamente anormal, consiste en un conjunto de síntomas bien delimitado, se asocia con una variedad de anomalías cognitivas, y probablemente refleja el funcionamiento anormal del SNc. Una posible objeción a esta propuesta es que la felicidad no está valorada negativamente a nivel social. Sin embargo, esta objeción se rechaza como científicamente irrelevante"
En esta ocasión quiero destacar el análisis de Arthur L. Caplan que aplica los distintos criterios de enfermedad física para argumentar que el el envejecimiento es una enfermedad (2005)
Existen, dice Caplan, una serie de síntomas y signos fácilmente reconocibles; la fisiopatología se produce a través de cambios intra y extracelulares bien conocidos; las teorías etiológicas incluyen el depósito de radicales libres, la acumulación de mutaciones genéticas en los cromosomas celulares, y la creciente formación de autoanticuerpos; el proceso genera sufrimiento y alteraciones en el funcionamiento.
El alegato de que se trata de un proceso natural o que tiene una función evolutiva son sistemáticamente rechazados.
Sólo encuentra 3 argumentos "científicos" para no considerar el envejecimiento como una enfermedad médica a la que combatir:
- la ausencia de tratamientos eficaces
- el estigma a un segmento de la población ya bastante castigado
- el increíble gasto económico que supondría la investigación y los tratamientos
Existen diversas versiones del artículo, y probablemente el mejor es The "unnaturalness" of aging, incluido en el maravilloso libro Health, Disease and Illness. Concepts in medicine, del propio Caplan, junto a McCartney & Sisti.
Aunque en la actualidad nadie se atreve a hablar del envejecimiento como una enfermedad, la Ciencia del Envejecimiento Saludable mueve millones de dólares en investigación y desarrollo (Scientific American 2013, 2015, 2015 b). ¿Cuestión de tiempo??
Aunque en la actualidad nadie se atreve a hablar del envejecimiento como una enfermedad, la Ciencia del Envejecimiento Saludable mueve millones de dólares en investigación y desarrollo (Scientific American 2013, 2015, 2015 b). ¿Cuestión de tiempo??
Israel,
ResponderEliminarEn la consideración del envejecimiento como un problema médico no sólo hay una discusión de fondo importante sobre si se puede considerar o no una enfermedad. Para mí, lo más importante es que esta postura sólo se justifica poniendo como modelo, erróneamente, al adulto joven. No sólo en cuanto al ideal filosófico de eterna juventud, sino también en el plano del ideal fisiológico.
Así, un ejemplo es per se la consideración del "hipogonadismo tardío", que no es otra cosa que un eufemismo cientifista de la andropausia, en el cual la caída fisiológica en los niveles de testosterona se concibe como un problema que hay que revertir puesto que se vincula con síntomas, totalmente inespecíficos, como la falta de vigor, síntomas depresivos o pérdida de apetito, potencia y deseo sexual, síntomas todos ellos que definitoriamente aparecen a medida que envejecemos. Dado que el reemplazo con testosterona es escasísimamente efectivo en los ensayos clínicos (basta con leer el último NEJM -http://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMoa1506119-: no mejora la vitalidad, prácticamente nada la funcionalidad física y sólo añade al placebo, a corto plazo y de forma agotable en el tiempo, un plus de 0,6 actividades de la esfera sexual al día medidas sobre 12 posibles), el argumento que se concluye suficiente para su uso en la práctica es que "restaura los niveles de testosterona a los de la media de un hombre de 19-40 años". Desvelan así de forma sorprendente el objetivo: parecerse al modelo del joven adulto...
Entonces, incluso aunque aceptemos de forma ultragenerosa el órdago de Caplan, si el hipogonadismo tardío sólo podría no ser considerado como no enfermedad si hay ausencia de tratamientos eficaces, más vale que descartemos desde ya y sin amiguedades esa opción...
Un saludo y gracias por tu blog, al que sigo con mucho interés
Caplan, en su exposición, realiza una crítica al modelo actual de enfermedad (física), modelo que se asume como evidente en la discusión acerca de si los trastornos mentales son enfermedades o no. Al hilo de tu ejemplo, recuerdo el intenso debate médico y social (crítica de las femministas) al modelo médico de menopausia y de la terapia hormonal sustitutiva (THS). Finalmnente ese modelo se desechó únicamnete porque el tratamiento generaba problemas (p.e. cáncer). Sin embargo, como señala Caplan, defender que algo no es una enfermedad porque no existe tratamiento es un argumento pobre (p.e. psicopatía, ojo no me refiero a los antisociales). Así, si existiera un tratamiento SIN NINGÚN TIDO DE EFECTO SECUNDARIO para evitar el envejecimiento, para ser diestro en lugar de zurdo, dejar de ser homosexual (!) o masturbarse, o dejar de mentir, etc, deberían ser consideradas estas entidades como enfermedades??! Esto abre la puerta a todos los potenciadores (SIN EFECTOS SECUNDARIOS, OJO) de la memoria, rendimiento físico/laboral, ... Un saludo y gracias por enriquecer el blog!
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