Los principales medios de comunicación abren su sección de medicina de hoy con la noticia la obesidad reduce el riesgo de demencia. Extraen esta conclusión a partir de un estudio de cohortes retrospectivo publicado en The Lancet Diabetes & Endocrinology: BMI and risk of dementia in two million people over two decades: a retrospective cohort study.
Tras estudiar una cohorte de casi 2 millones de británicos durante una media de 10 años, las personas con bajo peso (IMC <20 kg/m2) tienen un 34% (IC 95% 29–38) más riesgo de demencia. Además, el riesgo de demencia disminuye en los grupos de mayor IMC (índice de masa corporal), con las personas muy obesas (IMC >40 kg/m2) mostrando un 29% menos riesgo de demencia que las personas con peso normal.
A pesar de los habituales avisos de los autores sobre ajustes para los factores de confusión y la asociación mortalidad-IMC, incluso los media más prestigiosos caen en los errores habituales: confundir obesidad vs sobrepeso, y asociación vs causa vs factor de riesgo.
Este estudio, el más apropiado metodológicamente hasta la fecha para investigar la relación peso corporal y demencia, contradice la hipótesis actual de que la obesidad es causa de demencia (Neurology 2011)
A pesar de los problemas conceptuales acerca de cómo definir la obesidad (adiposidad, índice de masa corporal, alteraciones metabólicas), las discusiones sobre considerar la obesidad como enfermedad o como factor de riesgo, las controversias sobre las repercusiones positivas y las repercusiones negativas de medicalizar el problema, y los estudios que demuestran el fracaso de los fármacos (BMJ 2014), la American Medical Association (AMA) reclasificó en 2013 la obesidad como una enfermedad a partir de una votación de sus integrantes (la obesidad como una enfermedad: Lecciones para la psiquiatría). Por lo tanto, la obesidad es una enfermedad por una votación de un comité de científicos, no por el conjunto de los estudios o por la Medicina Basada en la Evidencia (MBE). De la misma manera Plutón ya no es un planeta ...
Sin embargo, a diferencia de los debates habituales acerca del TDAH, la depresión, o el trastorno bipolar, nadie se plantea que la obesidad no sea real, se trate de un invento de la industria farmacéutica, o de la voluntad de los médicos de "controlar" a los niños y adultos.
La psiquiatría aborda problemas extremadamente complejos, por lo que afronta dificultades gigantescas en la construcción de sus conceptos y los métodos para estudiarlos, pero estos retos los encontramos también en mayor o menor medida en cuadros clínicos de la medicina tradicional (obesidad, epilepsia, osteoporosis, sordera, etc).
Las condiciones clínicas que se catalogan como TDAH o suicidio o trastorno de la personalidad, son problemas que requieren un abordaje a diferentes niveles, de la misma manera que lo requieren otros problema complejos como la obesidad, la malaria, la infertilidad o la vejez. Esto no significa medicalizar o psiquiatrizar (i.e., reducir la condición a una enfermedad física o mental) todos los problemas que afrontan las sociedades pasadas, presentes o futuras.
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