"Mirar las cosas de cara, ser capaces de sorprendernos, tener curiosidad y un poco de coraje; saber preguntar y saber escuchar; evitar los dogmas y las respuestas automáticas; no buscar necesariamente respuestas y aún menos fórmulas magistrales" (Emili Manzano)

viernes, 28 de febrero de 2020

PECADOS CAPITALES DE LA PSIQUIATRÍA: PEREZA (7 DE 7)



(Basado libremente en Fighting for Mental Health, de Norman Sartorius)

   Se considera a la pereza como el peor de los vicios, un pecado más pernicioso que todos los demás en la tradición Cristiana. La pereza es enemiga de la audacia, el esfuerzo y la confianza en uno mismo. Es el vicio que afecta a todas las funciones del individuo y del colectivo.  Se oculta bajo las excusas y las disculpas, con frecuencia presentadas como una espera prudente a una señal para volver a ser activa. 

   El progreso en psiquiatría depende de la dedicación en tiempo y energía de sus profesionales. Las condiciones en muchos hospitales han permanecido sin cambios durante décadas debido a la necesidad de que los psiquiatras invirtieran mucho de su tiempo en convencer a los responsables de mejorarlos. 

Muchos programas de reforma de la salud mental han fracasado debido a que nadie ha tenido la motivación, persistencia y paciencia necesaria para cambiar actitudes y educar a las familias, el personal sanitario, los medios y a a la población general sobre los nuevos programas y sus roles en ellos. 

En muchas ocasiones, los responsables de la toma de decisiones en salud no han provisto de servicios comunitarios a los pacientes psiquiátricos porque los líderes de la psiquiatría han fracasado en persuadirles en que debe hacerse.  Incluso en países muy pobres, cuando los psiquiatras lo han intentado de manera firme y constante las condiciones de los servicios, la formación y la investigación han mejorado a pesar de la escasez financiera y la estigmatización de la profesión. 

Ninguna otra receta funciona. Cuando el personal y sus líderes se ven afectados por la pereza, incluso notables aumentos de los presupuestos no tienen un efecto. 

   Sin embargo, no es fácil encontrar energía para trabajar en el campo de la psiquiatría. Muchos factores convergen para extinguir la osadía, hacer que se decepcionen con la carrera y conducirlos hacia los síndromes tipo burn-out.

   Todo intento de introducir cambios en la institución o de desarrollar un programa comunitario requiere una batalla heroica frente a poderosos clanes que se enfrentan a cualquier cambio que pueda afectar a sus beneficios reales o percibidos. 

Como las reformas en psiquiatría frecuentemente requieren intervenciones sociales, pueden despertar intereses y confrontaciones políticas.  La introducción de un programa de salud mental en las escuelas requiere largas negociaciones con las autoridades escolares, formación de formadores y maestros, y un apoyo incansable al programa. 

Es por todo esto que el peor vicio de la psiquiatras es la reticencia a invertir tiempo y esfuerzo en los programas de salud mental. Sin compromiso y trabajo duro por parte de todos los profesionales de la salud mental es improbable que la psiquiatría mejore en un futuro próximo o lejano.

La virtud que se enfrenta a la pereza es la diligencia. 



viernes, 21 de febrero de 2020

PECADOS CAPITALES DE LA PSIQUIATRÍA: LUJURIA (6 DE 7)


(Basado libremente en Fighting for Mental Health, de Norman Sartorius)

   La búsqueda de las causas del trastorno mental ha sido, durante mucho tiempo, marcada por la esperanza y la insistencia de que un único mecanismo causal explicara el funcionamiento mental y sus alteraciones


  • Durante un periodo se consideró que las experiencias sexuales eran el pilar de las anomalías psíquicas y el factor más importante del desarrollo mental humano. 
  • Antes de eso, se consideró que la degeneración (herencia de una evolución patológica) y los vicios eran la causa central de las enfermedades mentales. 
  • También el condicionamiento y los procesos relacionados se consideraron temporalmente como la respuesta a todas las preguntas sobre las causas. 
  • Más recientemente, las anomalías de los receptores cerebrales son la prioridad en los discursos explicatorios. 


Cada uno de estos intentos de comprensión del complejo funcionamiento mental poseen la belleza de una ingeniosa construcción y el valor de poseer un pedazo de verdad. No hay nada erróneo en proponerlos e investigar si resisten a la luz de las evidencias. Lo malo es que cada vez fueron presentados no como una parte de las respuestas sino como la verdad completa y autosuficiente. 

  •    La actividad sexual como modelo explicativo no produjo el pecado de lujuria: fue la excesiva satisfacción en sí misma la que resultó pecaminosa. La psiquiatría también pecó por la sensación de gratificación excesiva acerca de sus teorías explicativas.  Pecó porque cerró otras rutas de investigación cuando seleccionó una teoría causal y centró toda su atención en una única fuente de explicación. 
  • En Europa del Este, durante la existencia del sistema Soviético, las publicaciones de psiquiatría debían ir precedidas de una explicación sobre la forma en que el material presentado apoyaba las perspectivas de Pavlov. En las revistas biologicistas resulta difícil la publicación de material si no contiene datos numéricos.
  • El psicoanálisis fue proclamado como el método que permitía la resolución de los problemas mentales y la reconstrucción de las personalidades en modos más productivos y maduros. Durante mucho tiempo, la adhesión al método psicoanalítico bloqueó la investigación de otras vías.  Fue -y en muchos países todavía es- un sacrilegio oponerse al pensamiento psicoanalítico y aplicar un tratamiento que no siguiera sus doctrinas. Los intentos de hacerlo fueron considerados como signos de una oposición enfermiza al maestro y a sus enseñanzas y tenían desagradables consecuencias para la carrera profesional. 

   Más que cualquier otra disciplina, la psiquiatría peca de excesiva satisfacción en cada una de sus teorías y pierde demasiado tiempo en la sobreexplotación de ciertas líneas de investigación con la negligencia de otras igualmente prometedoras. Tal vez ha llegado el momento de que la psiquiatría sea capaz de tolerar e incluso disfrutar de los diferentes aproximaciones de los miembros de la profesión.

   La virtud que impugna a la lujuria es la castidad, es decir, el comportamiento voluntario a la moderación y adecuada regulación de la regulación de satisfacciones. 





viernes, 14 de febrero de 2020

PECADOS CAPITALES DE LA PSIQUIATRÍA: LA GULA (5/7)


Hoy gula se identifica con glotonería, el consumo excesivo de comida y bebida. En el pasado este pecado también incluía cualquier consumo excesivo que conducía a comportamientos destructivos. 

   Los hospicios medievales proveían cobijo a los pobres, los enfermos, los ancianos, los lunáticos, los indefensos y los perseguidos. Con el tiempo, estos albergues perdieron moradores que migraron hacia hogares de ancianos, hospitales terapéuticos, el sistema criminal. Aquellos incapacitados debido a trastornos mentales con frecuencia no encontraron un lugar a donde ir. Su número crecía mientras la urbanización reducía la oportunidad de ser tolerados como "el tonto del pueblo", pastor o ayudante doméstico de familias tan numerosas como para alimentar a uno más sin notarlo. El desarrollo urbano trajo el aumento del número de manicomios reservados para aquellos con comportamientos trastornados, los muy pobres y los gravemente incapacitados como para ser empleados en ninguna tarea.

   Con el tiempo, los manicomios se convirtieron en hospitales psiquiátricos que daban cobijo a los enfermos y a los recuperados total o parcialmente pero que no tenían donde ir. El número de los discapacitados crónicos sin lugar a donde ir creció mucho más rápido que el de aquellos con un trastorno agudo y condujo a la expansión de los hospitales que en ocasiones alcanzaron el tamaño de ciudades. Pilgrim State Hospital (Brentwood, New York) contó con 13.000 internos y aproximadamente el mismo personal; los hospitales psiquiátricos de Manila y Río de Janeiro contaron con más de 8.000 pacientes cada uno. El número de pobres e indigentes llevados a los hospitales también creció, particularmente en Europa. Los directores de los hospitales y los médicos que trataban con los trastornos mentales no estaban particularmente interesados en las razones por las que la gente era llevada a los hospitales. Con frecuencia, el ingreso era la única manera de prevenir la muerte por hambre, frío o abusos. El grado de discapacidad mental no era ni el único ni el principal criterio para el ingreso en los hospitales mentales: todavía no lo es en muchos países en vías de desarrollo. 



   En tiempos recientes, el internamiento en hospitales psiquiátricos se ha usado como castigo o vía preventiva de alejar de las calles y los medios a aquellos en desacuerdo con las políticas oficiales. La visita de un alto cargo extranjero puede ser razón suficiente para proceder a una hospitalización preventiva de aquellos considerados como difíciles. Personalmente tuve la ocasión de presenciar el internamiento preventivo en una unidad de subagudos de un indigente con esquizofrenia residual que solía acampar en los alrededores de la Plaza Sant Jaume, sede de la Generalitat y l´Ajuntament para la visita del Comité Olímpico Internacional previo a las Olimpiadas de Barcelona 1992.

   Una posible razón para esta conducta es la tradición de tratar y proteger los problemas sociales en los hospitales psiquiátricos. Sin embargo, no es menos cierto que los psiquiatras tampoco desean reducir el tamaño de sus instalaciones, pues la reducción del número de camas significa una pérdida de poder y recursos. No hay duda que los pobres, especialmente los discapacitados, están mejor en un hospital digno que en la calle; tampoco hay duda que el presupuesto para el hospital será mayor cuantas más camas existan y cuantos más pacientes o residentes las ocupen. La psiquiatría, sin embargo, pierde en este juego. Los ávidos desean más camas, más recursos, más personal, más influencia, pero como resultado transforman a la psiquiatría en algo diferente y alejado de las otras especialidades médicas. Los hospitales no pueden resolver problemas sociales; la masificación y el pobre cuidado que suele acompañarla reducen el respeto que la medicina y la población tienen por la psiquiatría. 




Pero tal vez la mayor expresión de un exceso de voracidad son las numerosas afirmaciones de la psiquiatría en terrenos en que el conocimiento psiquiátrico tiene poco que ofrecer. Los psiquiatras son requeridos para dibujar el perfil de hombres de estado, criminales o del famoso del momento que nunca han visto y aceptan hacerlo, aunque nada en su formación les capacite para hacerlo. Los psiquiatras realizan afirmaciones sobre el significado de comportamientos en un marco cultural que ni han estudiado ni están capacitados para estudiar. Los psiquiatras escriben sobre psiquiatría política, sobre la personalidad de las naciones, las razones de una guerra, el terrorismo, el movimiento de los Indignados. Mucho de lo que dicen parece razonable y mucho está en armonía con el modelo teórico que profesan. La avidez de autoridad en todos los aspectos de la vida, no obstante, no beneficia a una disciplina ni ayuda en centrar sus esfuerzos en las áreas que debería cubrir con brillantez.


   La psiquiatría debe deshacerse de las actividades para las que no tiene competencia ni recursos. La psiquiatría debe emerger menos difusa y mejor definida de este proceso, y cuanto antes lo haga mejor.

La virtud que corresponde a la voracidad es la templanza.

jueves, 6 de febrero de 2020

PECADOS CAPITALES DE LA PSIQUIATRÍA: LA IRA (4/7)


Ora tument ira- hace imposible pensar con claridad, ser eficaz y discriminar en el acto. Incluso los Dioses cuando se enfadan pierden el juicio, destruyen lo bueno junto con lo malo, castigan a muchos sin motivo. En los mitos a veces muestran arrepentimiento por sus acciones, pero raramente reparan el daño realizado. 

Para el hombre, la forma extrema de la ira es la guerra. Infligir dolor y pérdidas a aquellos vistos como enemigos, sin considerar el daño a terceros. Durante mucho tiempo, y sin razones aceptables, la guerra ha sido una forma de vida para la psiquiatría con las distintas escuelas luchando entre ellas. 

  • Los partidarios de una aproximación biológica a la comprensión del funcionamiento psíquico han decidido mofarse de los que siguen una orientación psicodinámica que a cambio atacan a los defensores de una psiquiatría "sin mente". 
  • Los psiquiatras académicos ignoran a la psiquiatría hospitalaria como un producto intelectual de segunda categoría y el personal de los hospitales apenas comprende ni  tiene buenas palabras hacia los líderes de la comunidad o la psiquiatría académica. 
  • La psiquiatría social no sólo ha sobrevalorado la influencia de los factores sociales, también ha atacado con frecuencia a otras orientaciones psiquiátricas, recordando al observador a las guerras religiosas y las conductas de las sectas religiosas, todas supuestamente en busca de la iluminación y todas violentamente críticas de todas las formas de buscarla, excepto la suya propia. 


Ninguna otra rama de la medicina presenta tal animadversión entre los defensores de diferentes aproximaciones teóricas y prácticas. Como Dioses airados, las sectas psiquiátricas están dispuestas a rechazar todo conocimiento que otras sectas poseen: se ataca ferozmente tanto lo bueno como lo malo. Incluso los psiquiatras que se declaran eclécticos  -manifestando que aceptan lo mejor de cada orientación- rara vez profundizan en diversas escuelas y no se han mostrado dispuestos a conciliarlas. 

Un paso vital en el desarrollo de la psiquiatría es la unificación. Es muy poco probable que los gobiernos y la medicina general quiera escuchar a los miembros de una profesión hablando con decenas de voces contradictorias entre sí. Mientras que puede ser enriquecedor, epistemológicamente hablando, buscar "la verdad" a través de varios caminos, se debe desarrollar un consenso sobre las vías de diagnóstico y tratamiento de los trastornos mentales usando el mejor conocimiento y experiencia. La guía desarrollada no será válida siempre y deberá ser revisada en acuerdo de la profesión como un todo. La guerra y la ira dentro de la psiquiatría es un desperdicio y disminuye la probabilidad de progreso y su aplicación práctica.


La virtud que se opone a la ira es la paciencia.