"Mirar las cosas de cara, ser capaces de sorprendernos, tener curiosidad y un poco de coraje; saber preguntar y saber escuchar; evitar los dogmas y las respuestas automáticas; no buscar necesariamente respuestas y aún menos fórmulas magistrales" (Emili Manzano)

viernes, 8 de abril de 2016

EL PARADIGMA DE "LA BALA MÁGICA"


En la medicina clásica y hasta la primera mitad del siglo XX, los médicos prescribían tratamientos no específicos que pensaban podrían ayudar a los pacientes a recuperar el equilibrio a través de medidas generales. Estas medidas pretendían fortalecer la constitución del paciente, un aumento de sus propios mecanismos homeostáticos inherentes. La idea era que la enfermedad se podía curar al fortalecer al huesped en lugar de debilitar al invasor.

Pero a mitad del siglo XX, este marco conceptual se vio sustituido por el pensamiento de que las enfermedades están causadas por invasores  o desequilibrios específicos.

El concepto de la bala mágica fue introducido por primera vez por Paul Ehrlich en 1906, en el contexto de su búsqueda de una "quimioterapia específica" frente al treponema pallidum, y su idea fue profética:

"Si imaginamos un organismo infectado por un tipo de bacteria concreta, sería evidentemente fácil encontrar una cura si se descubrieran sustancias que tuvieran una afinidad exclusiva para la bacteria y actuaran nociva o letalmente sobre estas, y sólo sobre estas, mientras que al mismo tiempo, no tuvieran ningún tipo de afinidad por los distintos constituyentes del cuerpo y por lo tanto no podría tener el menor efecto dañino sobre el cuerpo. Tales sustancias entonces serían capaces de ejercer su acción final exclusivamente sobre el parásito albergado dentro del organismo y representaría, digamos, balas mágicas (magische Kugel) que buscarían su objetivo por su propia avenencia."

Paul Ehrlich (1854-1915), ganaría el Nobel en 1908


Este paradigma de la bala mágica convenció a científicos, políticos, y a la sociedad, de que se podría solucionar cualquier problema de manera específica si se constaba con suficientes recursos. Paul B. Beeson, director de hospital durante la Segunda Guerra Mundial y que después fue Catedrático de Medicina en la Universidad de Oxford resumía este espíritu de "se puede":
"Durante la Guerra se ha demostrado en numerosas ocasiones que si dedicas suficiente dinero a un gran problema, lo puedes solucionar: radar, aviones propulsados, la penicilina."

Este modelo condujo a que se controlaran las principales causas de mortalidad, las enfermedades infecciosas, aunque numerosos autores señalen que la reduccion de la mortalidad  se debió, como mínimo, tanto a las mejoras en higiene y nutrición como a los antibióticos (McKeown 1988). 

No obstante, de manera sorprendente, el descenso de las infecciones, no provocó una reducción del número de enfermos en la comunidad sino un cambio en los tipos de enfermedad, con un aumento extraordinario en patología cardiaca, ictus y cáncer. El modelo de la enfermedad aguda específica, el agente infeccioso específico, y la bala mágica específica, era sustituido por el modelo de enfermedades crónicas, comórbidas y complejas. Se describen múltiples factores de riesgo y estrategias de prevención primarias, secundarias y terciarias.

Esta nueva guerra contra las patologías cardiovasculares, el cáncer, o la obesidad, por ejemplo, ha demostrado ser mucho más complicada que la lucha contra las infecciones. Por eso no es de extrañar que proyectos faraónicos como la década del cerebro, los prohibitivos GWAS y bancos genéticos, u otros, han obtenido pingües resultados.

Aunque actualmente la mayoría de los expertos consideran las balas mágicas como ciencia ficción, esta premisa guía, aún hoy, muchos modelos fisiopatológicos y la mayoría de los programas de investigación en terapéutica.





Otro de los motivos del fracaso del modelo de la bala mágica se debe a que la serendipia juega un papel clave, y no parece probable que esto vaya a cambiar en un futuro cercano. Cómo ejemplo, vale la pena recordar la compleja historia de la penicilina (The enchanted ring: the untold story of penicillin), un prototipo de la colaboración académico-industria-gobierno frente a una gran necesidad, el poder de unos recursos masivos y el papel de la serendipia.

Como curiosidad, también en psiquiatría, a mediados de 1944 los científicos establecieron la eficacia de la penicilina en el tratamiento de la sifilis. Incluso los pacientes afectados de neurosífilis, que durante décadas habían llenado los psiquiátricos experimentaban una mejoría.  Este fue el primer ejemplo de una bala magica específica para una enfermedad mental

Pero en general, cada vez son más las voces que creen que este paradigma ha perjudicado el estudio de modelos más holísticos  y es probablemente una de las razones por las que muchos usuarios prefieren, todavía hoy, las terapias alternativas en afecciones médicas en general y psiquiátricas en particular. Prometen soluciones agudas y específicas, algo que la medicina moderna no es capaz de ofrecer. En el campo de la psiquiatría, por ejemplo, gran parte de la fascinación por el psicoanálisis proviene de la posibilidad de erradicar con una bala lingüística la raíz de cualquier enfermedad mental, y el deslumbramiento por Prozac (fluoxetina) a la oportunidad de cambiar la personalidad con una pastilla.

En medicina se considera que el concepto de bala mágica sólo se ha conseguido parcialmente en el desarrollo de conjugados anticuerpo-fármaco (un anticuerpo monoclonal unido a un fármaco citotóxico), pues permite que los fcos citotóxicos sean llevados selectivamente a sus objetivos designados (p.e. células cancerígenas). 


"Balas Mágicas" en la terapia frente al cáncer

Pero los investigadores siguen soñando con balas mágicas .... porque "la Ciencia trata sobre el detalle y el detalle es muy aburrido" (Dr César Milstein)  


Dr. Ehrlich's Magic Bullet (1940), escrita por Norman Burnstine, Heinz Herald y John Huston, dirigida por William Dieterle y protagonizada por Edward G. Robinson, basada en la vida del Dr. Paul Ehrlich.




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